Cuando Sydney Cox, de 21 años, llegó al campus de Austin de la Universidad de Texas en el otoño de 2021, estaba ansiosa por encontrarse a sus compañeros. Durante lo peor de la pandemia, pasó su primer año asistiendo a clases por Zoom. Por eso, cuando regresó para cursar su segundo año, anhelaba interactuar y conectar con otros.

Durante ese otoño cumplió con todos los requisitos típicos de la universidad. Se unió a una hermandad. Fue a fiestas. Habló con la gente en sus clases y dormitorio. Pero nada de eso se sentía muy bien. Sydney, que se describe como tímida, estaba abrumada: era un pez pequeño en un mar de más de 41.000 estudiantes universitarios. Luego, al comienzo del segundo semestre, asistió a un evento de Texas Wesley Foundation, un grupo ministerial metodista del campus que fue fundado en la escuela en 1923.

Sydney había crecido como metodista y pensó que sabía qué esperar de una organización de estudiantes cristianos. Pero se sorprendió al ver lo acogedor que era la Wesley. Los estudiantes y los líderes parecían genuinamente interesados ​​en sacarla de su caparazón y conocerla, sin ningún objetivo secundario en mente. “En realidad no se trata de hacer que la gente entre en esta religión”, dijo. “Solo se trata de ser una comunidad que apoya a los demás y los ama. Y eso fue enorme para mí”.

Era la comunidad que Sydney había estado buscando. De hecho, ahora forma parte del equipo de liderazgo ejecutivo del grupo. Dice que la fundación Wesley “es un hogar para mí”.

Muchos de los aproximadamente 80 integrantes actuales de la Wesley estuvieron, como SYDNEY, involucrados en iglesias o grupos de jóvenes en su infancia o adolescencia y buscaban ese tipo de comunidad durante sus años universitarios. Otros estudiantes simplemente siguieron su instinto.

“Olí el tocino y los panqueques”, dijo ETHAN LE, de 19 años, abajo, un alumno de tercer año que vive en uno de los apartamentos para estudiantes ubicados en los altos de la sede de la fundación Wesley.

Los padres de ETHAN son budistas y se sorprendieron cuando su hijo comenzó a pasar tanto tiempo con una organización metodista. Por su parte, ETHAN se describe como agnóstico y dice que no ha sentido ninguna presión en la fundación Wesley para cambiar eso, pero aprecia la camaradería que ofrece el grupo.

“Hubo una ceremonia en la que, cuando subió la música, alguien se echó a llorar y luego abrazó a uno de sus amigos. No estoy seguro de lo que estaba pasando allí, pero definitivamente fue una experiencia muy profunda”, dijo.

When Sydney Cox, 21, arrived on the University of Texas’s Austin campus in fall 2021, she was eager to find her people. During the worst of the pandemic, she had spent her freshman year attending classes over Zoom. So when she returned for her sophomore year, she was craving connection.

That fall, she ticked all the typical college boxes. She joined a sorority. She went to parties. She talked to people in her classes. But none of it was quite the right fit. Sydney, who describes herself as shy, was overwhelmed — one small fish in a sea of more than 41,000 undergraduates. Then, at the beginning of the second semester, she attended a kickoff event for the Texas Wesley Foundation, a Methodist campus ministry group founded at the school in 1923.

Sydney had grown up Methodist and thought she knew what to expect from a Christian student organization. But she was surprised by just how welcoming the Wesley was. The students and adult leaders seemed genuinely invested in drawing her out of her shell and getting to know her, with no agenda. “It’s really not about getting people into this religion,” she said. “It’s just about being a community who supports others and loves others. And that was huge to me.”

It was the community Sydney had been looking for. In fact, she is now on the group’s executive leadership team. The Wesley, she said, “is a home for me.”

Many of the 80 or so current members of the Wesley were, like Sydney, involved in churches or youth groups growing up and were seeking that same kind of community during their college years. Other students simply followed their nose.

Ethan’s parents are Buddhist and were surprised when their son started spending so much time with a Methodist organization. For his part, Ethan describes himself as agnostic and says he hasn’t felt any pressure from the Wesley to change that, but he appreciates the camaraderie the group offers.

“There was this one worship where, when there was a swell in the music, someone burst into tears, and then they hugged one of their friends. I am not sure what was going on there, but it was definitely a very profound experience,” he said.