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Aztec Rebels: La travesía de un club de motociclistas Latinos encontrando un hogar en el Bronx
Jossiel Estefes, apodado “Onex“, se encuentra junto a su motocicleta en una estación de gasolina en Connecticut, durante un paseo el 17 de marzo de 2024.
Mayolo López Gutiérrez
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“Mira lo que construiste, comenzamos con cuatro cabrones y ahora mira esto”, dijo Sergio García, el Sargento de Armas, a Andrés Lucero, señalando la fiesta llena de gente, con niños corriendo por todas partes y mujeres charlando en una de las mesas.
Andrés no respondió, pero sus ojos lo decían todo: el orgullo de ver su sueño hecho realidad, rodeado de amigos que se habían convertido en familia.
Era la cena de Thanksgiving, la celebración Acción de Gracias en el sur del Bronx en Nueva York. Los hombres traían puestos chalecos de cuero, emblemáticos del club Aztec Rebels, con los ojos puestos en la reunión.
Andrés Morales, fundador y ex presidente del club, posa junto a los miembros del club durante la fiesta de Acción de Gracias celebrada en el sur del Bronx.
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Los Aztec Rebels encienden sus motores antes de emprender un paseo nocturno en el Bronx.
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Sergio García, conocido como “Toluco”, bromea con su hijo frente a “Mamá Puebla”, un restaurante mexicano en el Bronx propiedad de uno de los Aztec Rebels.
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Cuando Andrés se quitó el gorro, su tatuaje de águila calva brilló bajo las luces tenues. Andrés bajó los escalones con la seguridad de una estrella de cine de la época dorada de Hollywood, caminando con paso firme hacia la reunión, sin apartar la mirada del lugar que tanto había trabajado para construir.

Jossiel Estefes y su hija posan para un retrato durante la cena de Acción de Gracias de los Aztec Rebels en el sur del Bronx.
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Andrés fundó los Aztec Rebels junto a Eddie después de aprender sobre la cultura y las dinámicas de un club de motociclistas del Bronx llamado The Roadrunners. Juntos soñaron con crear un espacio donde pudieran escuchar su propia música, hablar su idioma y sentirse comprendidos.
– “Comencé a pasar tiempo con los Roadrunners cuando tenía 19 años. Eddie tenía 12 y me acompañaba a todos lados. Mi hermano creció en ese club. Siempre ha vivido la vida de un motociclista, así que, de alguna manera, aprendimos qué era un club de motociclistas. Por eso pudimos fundar nuestro propio club, basado en lo que realmente es un club,” dijo Eddie.
El club nació oficialmente en 2016, con solo cinco miembros fundadores. Después de decidir que el marrón sería su color distintivo y diseñar el emblema del águila azteca, los Aztec Rebels MC se expandieron rápidamente, alcanzando más de 20 miembros activos y cinco prospectos provenientes de todos los condados de Nueva York. La mayoría de ellos vive en el Bronx y Staten Island– La Isla, como la llaman con cariño.
Los Aztec Rebels bailan cumbia con sus seres queridos durante la fiesta de Acción de Gracias en el South Bronx.
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Los niños descansan durante la cena de Acción de Gracias de los Aztec Rebels en el sur del Bronx.
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Cada miembro pasa por un proceso de iniciación que a veces dura años. Comienza con una invitación, luego se convierten en prospectos, y a través de un padrino, aprenden las reglas del club antes de recibir los tres parches distintivos en su chaleco.
Un volante del club dice: “Aceptamos todas las nacionalidades. No necesitas una motocicleta para entrar, pero esperamos que eventualmente consigas una”. A pesar de ser un club diverso, la mayoría de los Aztec Rebels son mexicanos, aunque entre ellos hay también algunos ecuatorianos y un hondureño.
Sergio García, conocido como “Toluco“, el Sargento de Armas de los Aztec Rebels, fuma un cigarro mientras disfruta de la fiesta de Acción de Gracias.
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Cada uno de ellos tiene una historia única y una conexión distinta con México.
– “Para mí, el viaje hasta aquí fue más un juego, una aventura a través del desierto”, dijo Andrés Lucero, al recordar su travesía migratoria.
“Llegué en el ’86 y siempre he estado buscando la oportunidad de mejorar mi situación, incluso cuando era niño. Tenía 12 años, y para mí era algo normal. No veía el peligro en ese entonces, pero si tuviera que hacerlo de nuevo, tendría mucho miedo, porque he escuchado muchas historias de terror de los migrantes recientes”. Sus padres llegaron cinco años antes, desde Piaxtla, un pueblo de 15,000 habitantes en las montañas de Puebla. Empezaron una fábrica de telas en el norte de Manhattan y se establecieron en un apartamento en Southern Boulevard, en el Bronx.
Los niños rompen una piñata durante una fiesta de cumpleaños en Staten Island, el 24 de mayo de 2024.
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Los hijos de los Aztec Rebels saltan al unísono para recoger los dulces que cayeron tras romper una piñata.
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Alfredo Ramírez, conocido como “Mad Max”, recibe un pastel de cumpleaños durante una fiesta celebrada en Staten Island.
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“Vengo de un pueblo — nunca fui de la ciudad — así que fue un cambio muy drástico llegar aquí y ver a tanta gente. Especialmente en esa época — el Bronx estaba en medio de la pandemia de drogas: crack”, recordó Andres. En los años 80, el South Bronx aún llevaba las cicatrices de los incendios que arrasaron barrios enteros durante la década anterior.
“Había muchos edificios quemados. Parecía una zona de guerra. Había mucha gente consumiendo drogas en las calles. Sin embargo, me adapté rápido. Al final, no me asustaba; simplemente tenía que acostumbrarme a todo. Después de un par de años, era normal ver lo que estaba pasando”.
La inmigración mexicana a los Estados Unidos tiene una larga historia, remontándose a principios del siglo XX, cuando trabajadores agrícolas indocumentados viajaban para laborar en los campos de California. En la década de 1940, el programa Bracero formalizó el empleo de muchos de estos trabajadores, necesarios para suplir la demanda de mano de obra masculina durante la Segunda Guerra Mundial.
A lo largo del siglo, la práctica de jóvenes mexicanos migrando para trabajar en los Estados Unidos se volvió cada vez más común.
Andrés Lucero posa para un retrato junto a su Volkswagen Beetle, el 21 de agosto de 2024.
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En 1980, había 39,000 personas de origen mexicano en el estado de Nueva York, y 10 años después, el censo registró un aumento anual del 8.8%. Muchos mexicanos encontraron un hogar y, junto con ello, crearon comunidades que les brindaron seguridad y pertenencia.
En 2020, Andrés entregó la presidencia del club a su hermano Eddie y pasó a gestionar una tienda de abarrotes en la Tercera Avenida, que también funciona como su estudio de tatuajes. La parte trasera del local está decorada con una Virgen de Guadalupe pintada en graffiti negro. Su hogar sigue siendo el edificio de apartamentos en el que se establecieron sus padres en los años 80.
Christian Pérez, tesorero del club, se refleja en el espejo de una motocicleta antes de un paseo a Long Island, el 25 de febrero de 2024.
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Algunos de los Aztec Rebels contemplan en silencio el paisaje frente a un lago en Long Island durante un paseo.
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Eddie, el presidente, es una figura imponente, con una postura casi militar, fruto de su formación en seguridad privada y su vida dentro del club. Junto con cinco oficiales a su mando, mantiene a los Aztecs en movimiento. A pesar de su seriedad, Eddie también es un hombre de familia. Es padre de gemelos adolescentes que, cuando no están jugando al fútbol con el F.C. Harlem, pasan tiempo con el club.
– “La gente siempre busca una familia, y por eso, a veces, se meten en pandillas. Nosotros queremos ser ese lugar donde los mexicanos puedan venir, estar en un ambiente seguro, sin violencia, pero con una familia”, dijo Eddie.
En casa, como parte de un tipo de entrenamiento, Eddie les cuenta a sus hijos sobre las decisiones difíciles que a veces debe tomar como presidente y les pregunta qué harían ellos. Así, les explica y les transmite el valor más importante del club: el valor de la familia. También es el más amigable del grupo cuando juega con los hijos de otros miembros. Eddie es querido y respetado por todos.
Los motociclistas cargan con muchos estigmas y estereotipos de machismo y misoginia, a veces respaldados por tradiciones arraigadas y prácticas cuestionables. Para ilustrarlo, en la mayoría de los clubes de motociclistas, las esposas y novias del grupo usan chalecos que dicen “Propiedad de X M.C”. Como presidente, Eddie rompió con esa tradición al escribir “Protegido por Aztec Rebels M.C.” en los chalecos de las mujeres.
Dentro de las reuniones de los Aztecs es necesario ver más allá de los chalecos y los estereotipos que rodean la cultura de las motocicletas. Aunque puedan parecer rudos por fuera, los hombres que forman esta comunidad son hombres de familia responsables, que también pueden ser cariñosos y gentiles con sus hijos. El club también proporciona una familia a aquellos hombres que, en algunos casos, dejaron atrás a sus familias y comenzaron una vida completamente por su cuenta en los Estados Unidos.
“Diablo“, posa para un retrato durante un paseo a Long Island.
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A sus 19 años, “Diablo” es el miembro más joven de los Aztecs. “Diablo” pidió que no utilizáramos su nombre completo debido a su estatus migratorio. La mayoría de los miembros ni siquiera saben su nombre real; lo llaman por el apodo que se ganó debido a su amor por la velocidad.
“Entré directo a la escuela secundaria y tuve muchas peleas. La gente trató de intimidarme porque no hablaba inglés, así que me defendí, y solo entonces los otros paisas me respetaron y empezaron a pasar tiempo conmigo”, recordó “Diablo”.
“Diablo” se destaca de los otros Aztecs por su figura delgada y juventud. Pero es uno más cuando se trata de peleas amistosas y la constante charla de chicos.
**”Mi madre me decía que las peleas en la secundaria no eran irrelevantes, pero significaban cuchillos y armas. Todos mis amigos iban a la misma escuela secundaria, pero yo no les dije y fui a una diferente. La mayoría de ellos ahora están en pandillas y algunos ya no están”, dijo mientras pasaba el rato al lado de un camión de comida que vende birria y tacos en una carretera de Connecticut.

Andrés Lucero, fundador y ex presidente del club, dibuja el contorno del logo del club en la pared de su primer club en Hunts Point, el 26 de mayo de 2024.
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Miembros de los Aztec Rebels juégan al billar en su recién inaugurado club.
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Christian Pérez sostiene a su bebe en la casa club recientemente inaugurada de los Aztec Rebels.
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Desde su fundación, en 2016, los Rebels se han reunido en sus apartamentos, garajes y sótanos, desde Yonkers hasta Staten Island– la isla.
A medida que sus números aumentaron, los oficiales al mando empezaron a buscar lugares potenciales para alquilar, principalmente en el sur del Bronx. Visitaron más de 20 lotes que podían usar, pero siempre fueron rechazados.
Este año, finalmente encontraron un lugar en una calle remota junto al mercado de Hunts Point – marketa –, como se le conoce entre la comunidad latina, en el Bronx.
Eddie Lucero, presidente del club, posa para un retrato junto a sus gemelos, Eddie y Ethan, durante una búsqueda de huevos de Pascua en Randall’s Island, organizada para los Aztec Rebels y sus familias.
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Para celebrar su nuevo hogar, Eddie convocó a una reunión de emergencia en el nuevo lugar sin revelar la sorpresa. Todos los hombres respondieron al llamado. Llegaron pensando que su presidente estaba en peligro. Subieron las escaleras sin quitarse los cascos, listos para cualquier cosa. Y ahí estaba Eddie: “Bienvenidos a su nueva casa”.
En las siguientes semanas, remodelaron el espacio con sus propias manos. La mayoría había trabajado en construcción, por lo que no fue difícil para ellos. Añadieron una clásica mesa de billar y futbolito, y un televisor, donde vieron la final de la liga mexicana de fútbol entre el Club América y Cruz Azul.
– “Hay una manera diferente de hacer las cosas. No tienes que seguir un camino recto. Rompimos el molde siendo motociclistas mexicanos en Nueva York. Puedes ser íntegro y ser un hombre de familia. Y puedes ser más que solo un motociclista. Puedes ser un líder en tu comunidad y ayudar a todos siendo parte de algo grande,” concluyó Eddie.

Sergio Garcia y Carlos Villatoro observan el horizonte desde la azotea de la recién inaugurada sede de los Aztec Rebels en Hunts Point, Bronx.
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Los Aztec Rebels se encuentran frente a su recién inaugurado club en el vecindario de Hunts Point en el Bronx, el 26 de mayo de 2024.
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Marcas de derrape quedan estampadas en el pavimento de un estacionamiento durante un paseo a Long Island.
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Mayolo López es un fotoperiodista radicado en la Ciudad de México. Puedes ver más de su trabajo en su sitio web, mayolopezgutierrez.com, o en Instagram en @fotomayo.
Edición de fotos por Virginia Lozano. Edición de texto por Estefania Mitre.

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Operation Rainbow Space Baby: An astronaut's journey with IVF

Struggling to have a second child, astronaut Kellie Gerardi uses her social media presence to let others know they’re not alone. She’s pictured above in 2021 in New York City.
Roy Rochlin/Getty Images for NYFW: The Shows
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Roy Rochlin/Getty Images for NYFW: The Shows
Six white roses sit in a glass vase on Kellie Gerardi’s kitchen counter. On camera, for millions of followers across her social media platforms, Gerardi slowly picks out stems until only three remain. Each of the final three faded white roses represents a viable embryo, a bundle of hope in her battle against secondary infertility.
Gerardi was the 90th woman in history to fly to space. She’s also a children’s author, a researcher, a Swiftie and a mother. Her latest mission is one she’s been working on for years: to give birth to a second child.
“To date, I’ve been pregnant five times with only Delta as my child,” she said. “It’s been a rough journey and it’s this mix in secondary infertility of both knowing that it’s possible for me to conceive and carry a pregnancy to term, obviously, but having long periods of time not being able to get pregnant [or] when I do, having a loss that is just devastating each time.”
From astronaut life to motherhood, Gerardi shares her life online. Her videos document everything from her space research on biomedical and thermodynamic fluids to trips with her mom and daughter — usually rocking her chunky star necklace and some sort of space-themed sweater with multicolored stars, moons or aliens.
With over 2 million followers on her Instagram and TikTok accounts, Gerardi’s social media presence has been a space to celebrate women, science and girlhood. These days, with Gerardi openly sharing her fertility journey and experiences with in vitro fertilization — a treatment that extracts eggs and fertilizes them with sperm outside of the body — her socials have become a communal space for others going through similar struggles.

“There were so many highs and lows just within the process [of IVF],” she said. “The egg retrieval, that was my first time going through it. And I think I was just a little bit emotionally unprepared.”
Gerardi began IVF in the fall of 2024. Only one viable embryo came out of that first round. It transferred successfully, and she shared the joys of being pregnant proudly and widely online. In February, the day before her 36th birthday, Gerardi attended one final ultrasound.
Gerardi recalled, “I went into my graduation appointment, or what was supposed to be my graduation appointment from my IVF clinic at that nine-week check up … and in that appointment was just shattered to hear my doctor and the nurses in the room tell me that there was no heartbeat.”
She left the clinic through a discreet exit she hadn’t seen before and shared the news in a real-time update to her social media community. Gerardi is committed to being transparent with her community, and that means sharing both the good and the bad.
After taking time to heal, Gerardi and her family decided to try again. And she was just as committed to sharing every step of the IVF process this time around — especially her joy and hope.
“Nothing is ever guaranteed in IVF,” Gerardi said. “I’m not unaware that it is a distinct possibility that either the same thing happens again, which would be equally devastating, or you know transfers don’t work … whatever it may be. I know the risks, and I know that nothing is a given. And yet, I’m still allowing myself [to] exist in this level of hope and enthusiasm and optimism.”
Gerardi has a second space mission scheduled for 2026. While she’s still figuring out the best timeline for herself and her family, those three embryos are set to be frozen and she has high hopes for a transfer in the future.


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Creative Entrepreneurship Takes Centre Stage at BoF and Self-Portrait Los Angeles Cocktail

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The White House unveils the new official portrait of President Trump

The new official portrait of Donald Trump shows the president staring into the camera with an expressionless face.
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The White House unveiled a new portrait of President Trump this week, replacing the image taken in January that had drawn comparisons to a mugshot.
In the new photograph, announced by the White House on Monday via X, Trump stares directly into the camera. His right eye is slightly squinted and his mouth is pressed into a straight line. He is dressed in a blue suit with one of his signature red ties, and an American flag is pinned to his left lapel.
The backdrop is dark and blank.
The new photo contrasts the January depiction of the president, which showed the president seemingly lit from below – drawing comparisons to a camper with a flashlight under their chin telling ghost stories – and casting what could be perceived as a menacing stare at the lens. The red and white stripes of the American flag fill in behind his head.
“The first portrait done in January was done with something called up lighting — which is lighting from below — which isn’t found in the natural world often,” said Jeff Whetstone, director of the visual arts program at Princeton University.
“In the new portrait, the lighting is more natural but still dramatic. And it’s lighting that shows one side of the face more than the other, so there’s a duality there,” Whetstone continued, comparing the style of photography to the famous 1941 portrait of U.K. Prime Minister Winston Churchill, as captured by Yousuf Karsh.
The January presidential portrait led to immediate comparisons with Trump’s official mugshot, taken at Atlanta’s Fulton County Jail when he turned himself in for allegedly attempting to overturn Georgia’s 2020 election results.
In that mugshot, Trump’s eyebrows appear to be raised, and his eyes look upward to the camera as he glares into the shot.
In both of his recent official portraits, Trump has chosen not to smile, breaking with the longstanding tradition of presidents posing with smiles. This contrasts with the toothy grin he displayed in the 2017 portrait from his first term, where he wore a blue suit and a blue dotted tie.
Another notable difference is the absence of the American flag in the latest portrait. America’s most iconic symbol has served as the backdrop for every president since the 1970s.
“The flag to the right hand of the president has been around since Gerald Ford,” Whetstone said.
A White House official said that Trump’s January portrait was never meant to be permanent.
“The old one was always meant to serve as a placeholder,” the official said. “The President is the most well-known person on the planet and this new portrait taken during his second term reflects the optimism and resolve of America, especially after a disastrous four years of the Biden administration.”
Trump is famously aware of his public image.
Earlier this year, a Colorado artist faced Trump’s ire and outrage over an oil painting commissioned by the state’s Republican legislature.
Trump accused the artist, Sarah Boardman, of purposefully distorting his likeness, claiming that she had lost her touch with age.
Boardman said her business suffered as a result of the attack on her talents and motives.
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