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Los padres de Sabrina la aman. Pero las crisis son demasiado para ellos
Summer season Ward, la niña de 10 años que se cayó por la ventana, lleva más de 100 días viviendo en el séptimo piso del Centro Médico Albany. Según su madre, Tamika Ward, así como otras personas que la han visitado, Summer season apenas sale del hospital, lo que le cuesta al condado cerca de 3000 dólares al día. Ya se curó su brazo roto, pero sigue en una habitación del hospital porque ninguna escuela residencial ha habilitado una cama para ella y volver a casa ya no es una opción.
Relatos similares se repiten en hospitales de todo el estado, según las entrevistas con padres, private del hospital y adultos que trabajan con niños discapacitados. Describen a niños y adolescentes autistas solos en habitaciones de hospital desnudas, viendo movies de YouTube durante horas y engordando tres o cuatro kilos o más por la inactividad y los antipsicóticos. A menudo pasan sus días en colchones en el suelo, con las sillas retiradas para que no puedan ser arrojadas.
En el Centro Médico de la Universidad de Rochester, una niña de 10 años con autismo y sin ningún otro lugar al que ir pasó más de 152 días internada el año pasado, según el hospital.
“En esencia, son institucionalizados porque viven en un hospital”, comentó Michael Cummings, psiquiatra de Búfalo que trabaja en el Centro Médico del condado de Erie.
Cummings mencionó que, debido a los largos tiempos de espera para encontrar un cupo en una escuela residencial, las familias necesitan más opciones además de la sala de urgencias. Cummings sugirió que los programas a corto plazo y los hogares grupales para niños, así como los centros de descanso para las familias, podrían llenar el vacío.
En el caso de Sabrina, sus padres comenzaron a buscar un cupo residencial durante esos 44 días de hospitalización. Intervinieron muchos organismos públicos: el departamento native de servicios sociales, la Oficina de Salud Psychological del Estado, la Oficina Estatal para Personas con Discapacidades del Desarrollo. Durante las largas conferencias telefónicas, Jeremy se maravillaba de la cantidad de agencias gubernamentales y proveedores de servicios sociales implicados. Una vez contó a 26 personas en una sola llamada. “Todos están aquí para nosotros”, pensaba Jeremy.